miércoles, 22 de diciembre de 2010

Fabricantes de Mentiras

Con total impunidad y sin ningún reparo en cualesquiera sean las consecuencias, gran parte del periodismo –y por ende sus periodistas- últimamente esta abocado a fabricar mentiras. Ya no se trata de desvirtuar cierta información y presentarla según la conveniencia del medio en cuestión, sino que lisa y llanamente se inventa la noticia. Se miente.
Clarín y La Nación principalmente, con el cadete correveidile de Perfil encabezan una verdadera usina de mentiras más que de noticias. Claro, una empresa o rotativa por sí sola no puede manipular o mentir a gusto; hay hombres de carne y hueso con nombres y apellidos que están detrás de estas reales factorías de falacias: Héctor Mgnetto, Bartolomé Mitre, Jorge Fontevecchia y toda una tribuna de alcahuetes que vaya uno a saber con que cara miran a sus hijos cuando llegan a sus casas luego de “trabajar”: Joaquín Morales Solá (tan afecto él a los uniformes verde oliva en Tucumán a mediados de los 70), Eduardo Van Derkoy (orgulloso de haber entrevistado a Videla en pleno genocidio, claro, sin haberle preguntado absolutamente nada de lo que ocurría), Julio Blanck (mentiroso confeso, cuando el armado de la tapa de Clarín luego de los asesinatos de Kosteki y Santillán); y los nombres y las firmas pueden seguir desfilando.
Ahora, si son tan mentirosos –casi rozando la mitomanía- ¿cómo es que aún tienen poder de difusión?. Bueno, la respuesta es tan obvia que da vergüenza: amparados bajo un poder mediático cuasi blindado, tienen inmunidad para mentir. Pues el mismo poder que los cobija sostiene las mentiras que difunden.
Ahora, ¿por qué mentir?. Respuesta compleja. Pero intentemos un esbozo de contestación: en primer lugar se podría especular que el motor principal de sus mentiras es el dinero. Lejos de querer expresar una opinión o valoración de la realidad ( ? ) los moviliza el dinero que reciben por discursear lo que el jefe quiere, leáse Magnetto, Mitre o Fontevecchia según la ocasión. Es decir, mientras que las putas amigas son concientes de su mercantilismo amoroso, éstos mercenarios del periodismo jamás reconocerán que venden sus escasas ideas por varios ceros detrás de la coma. Siguiendo la zanahoria del dinero, lejos estarán entonces de la objetividad y mucho mas lejos todavía de la verdad. Seguir mintiendo les garantizarán la casa de fin de semana, las vacaciones exclusivas y las compras selectas para una elite de cartón pintado.
En segundo lugar podríamos decir que el odio es un leit motiv que siguen a rajatabla: en cualesquiera de sus columnas o alocuciones se cuela no sin disimulo un odio recalcitrante a las cosas que no son como ellos quieren, o como les conviene. Lo digo directamente: forman parte de esa constelación primitiva que se resiste a que el de abajo suba al menos un centímetro en la escala social. Son parásitos de las alturas que quieren seguir sosteniéndose pisando a los de abajo. A como de lugar.
Podremos llamarlos “periodistas”, pero también serian lamebotas de militares si las circunstancias fueran otras. Bueno, ahí está Morales Solá para confirmar esto.
Convengamos que si su accionar es tan potente se debe a que hay gente, receptores, que con gusto se dejan violar por las mentiras que estos “periodistas” fabrican casi sin descanso. Personas que los toman como oráculos de la verdad y el destino, y que al pié de la letra les creen cualquier basura que éstos afirmen; para luego divulgarla casi textualmente en la cola del pan o esperando el colectivo.
Pero algo esta cambiando. Que alguien como yo, que lejos estoy de ser un iluminado, se de cuenta de éstas vergonzosas existencias significa que nada es inexpugnable y que, como decía aquel dicho, no se le puede mentir a todo el pueblo todo el tiempo. Algunos hilos comienzan a verse, y lo que es mejor, comienzan a cortarse para que algunas caretas empiecen a caer de una saludable vez.
En lo personal, no me tocó cruzarme con ninguno de éstos mentirosos en la calle ( “la calle”, lugar común que suelen citar para fundamentar su discurso mentiroso), confieso que no sé que reacción tomaría llegado el caso de verme cara a cara, pongamos, con Julio Blanck. Pero de seguro, la palabra MENTIROSO sería una de las primeras cosas que yo dijera.
Luego, amablemente lo invitaría a leer éstas otras palabras.

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