miércoles, 29 de diciembre de 2010

Enfermar de Odio

Gran poder el de la televisión; vaya descubrimiento que me mandé: tanto lo bueno como lo malo se puede propagar de manera extraordinariamente eficaz. Aunque capitaliza más todo lo negativo que pueda meterse en la cabeza de los televidentes.
Ahí está TN, la señal de noticias de Clarín como prueba irrefutable.
Cual virus del odio en constante mutación, cada minuto de transmisión de TN pareciera estar destinado a enfermar la cabeza de sus televidentes. Podríamos inferir que cada una de las cabezas parlantes de TN ya estan enfermas, y que cada una de ellas es el transmisor del odio desde la gerencia hasta el cerebelo del espectador.
TN jamás dará una buena noticia. No sólo una buena noticia referida a alguna obra del gobierno -tal cosa sería pura ciencia ficción en ese canal- sino que ninguna buena noticia; y si lo hiciera, estaría transmitida como al pasar, como algo que no vale la pena subrallar. Ahora, las malas noticias (o sea, todo el resto) son protagonistas absolutas.
Y si no hay malas noticias, las inventamos, tergiversamos, las amoldamos al odio que que queremos infundir en cada uno de los que están frente a la pantalla, cual zombies sin capacidad de razonamiento propio. Porque ese es el estadío ideal en el que tiene que estar el televidente para que el odio que infunde TN contamine; después, el odio hará metástasis en la sociedad, pues cada televidente interactuará con el resto, repitiendo textualmente (zócalo incluído) cualquier cosa que haya escuchado y leído.
Y no es la mía una visión extremista. Sólo que resulta inadmisible que en 24 horas contínuas de transmisión el mensaje de TN sólo sea de desazón, bronca, odio. Sin matices. Sin lugar para cualquier otro tipo de sentimiento. Y como digo, no necesariamente se transmite el odio cuando la noticia es hablar del gobierno, sino que el odio lo envuelve todo en ésta señal: desde la barrera del paso a nivel que no funciona, pasando por alguna masacre semanal en algún college de EE.UU.
La cosa es informar calamidades, malas noticias, o sea, cagar bien el día desde temprano hasta bien entrada la noche.
De lunes a lunes. Los siete días de la semana. 365 días de corrido, con bisiesto incluído.
Ahora, hay una manera muy simple de contrarrestar éste embate del odio salido de las entrañas de lo mas oscuro de nuestra sociedad. Es un remedio tan sencillo como fácil de usar. Sin contraindicaciones. Y gratis, además. Un remedio que cualquier televidente puede aplicarse a sí mismo, y así, evitar apestarse del odio del periodismo indpendiente de TN:
No mirar TN.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Fabricantes de Mentiras

Con total impunidad y sin ningún reparo en cualesquiera sean las consecuencias, gran parte del periodismo –y por ende sus periodistas- últimamente esta abocado a fabricar mentiras. Ya no se trata de desvirtuar cierta información y presentarla según la conveniencia del medio en cuestión, sino que lisa y llanamente se inventa la noticia. Se miente.
Clarín y La Nación principalmente, con el cadete correveidile de Perfil encabezan una verdadera usina de mentiras más que de noticias. Claro, una empresa o rotativa por sí sola no puede manipular o mentir a gusto; hay hombres de carne y hueso con nombres y apellidos que están detrás de estas reales factorías de falacias: Héctor Mgnetto, Bartolomé Mitre, Jorge Fontevecchia y toda una tribuna de alcahuetes que vaya uno a saber con que cara miran a sus hijos cuando llegan a sus casas luego de “trabajar”: Joaquín Morales Solá (tan afecto él a los uniformes verde oliva en Tucumán a mediados de los 70), Eduardo Van Derkoy (orgulloso de haber entrevistado a Videla en pleno genocidio, claro, sin haberle preguntado absolutamente nada de lo que ocurría), Julio Blanck (mentiroso confeso, cuando el armado de la tapa de Clarín luego de los asesinatos de Kosteki y Santillán); y los nombres y las firmas pueden seguir desfilando.
Ahora, si son tan mentirosos –casi rozando la mitomanía- ¿cómo es que aún tienen poder de difusión?. Bueno, la respuesta es tan obvia que da vergüenza: amparados bajo un poder mediático cuasi blindado, tienen inmunidad para mentir. Pues el mismo poder que los cobija sostiene las mentiras que difunden.
Ahora, ¿por qué mentir?. Respuesta compleja. Pero intentemos un esbozo de contestación: en primer lugar se podría especular que el motor principal de sus mentiras es el dinero. Lejos de querer expresar una opinión o valoración de la realidad ( ? ) los moviliza el dinero que reciben por discursear lo que el jefe quiere, leáse Magnetto, Mitre o Fontevecchia según la ocasión. Es decir, mientras que las putas amigas son concientes de su mercantilismo amoroso, éstos mercenarios del periodismo jamás reconocerán que venden sus escasas ideas por varios ceros detrás de la coma. Siguiendo la zanahoria del dinero, lejos estarán entonces de la objetividad y mucho mas lejos todavía de la verdad. Seguir mintiendo les garantizarán la casa de fin de semana, las vacaciones exclusivas y las compras selectas para una elite de cartón pintado.
En segundo lugar podríamos decir que el odio es un leit motiv que siguen a rajatabla: en cualesquiera de sus columnas o alocuciones se cuela no sin disimulo un odio recalcitrante a las cosas que no son como ellos quieren, o como les conviene. Lo digo directamente: forman parte de esa constelación primitiva que se resiste a que el de abajo suba al menos un centímetro en la escala social. Son parásitos de las alturas que quieren seguir sosteniéndose pisando a los de abajo. A como de lugar.
Podremos llamarlos “periodistas”, pero también serian lamebotas de militares si las circunstancias fueran otras. Bueno, ahí está Morales Solá para confirmar esto.
Convengamos que si su accionar es tan potente se debe a que hay gente, receptores, que con gusto se dejan violar por las mentiras que estos “periodistas” fabrican casi sin descanso. Personas que los toman como oráculos de la verdad y el destino, y que al pié de la letra les creen cualquier basura que éstos afirmen; para luego divulgarla casi textualmente en la cola del pan o esperando el colectivo.
Pero algo esta cambiando. Que alguien como yo, que lejos estoy de ser un iluminado, se de cuenta de éstas vergonzosas existencias significa que nada es inexpugnable y que, como decía aquel dicho, no se le puede mentir a todo el pueblo todo el tiempo. Algunos hilos comienzan a verse, y lo que es mejor, comienzan a cortarse para que algunas caretas empiecen a caer de una saludable vez.
En lo personal, no me tocó cruzarme con ninguno de éstos mentirosos en la calle ( “la calle”, lugar común que suelen citar para fundamentar su discurso mentiroso), confieso que no sé que reacción tomaría llegado el caso de verme cara a cara, pongamos, con Julio Blanck. Pero de seguro, la palabra MENTIROSO sería una de las primeras cosas que yo dijera.
Luego, amablemente lo invitaría a leer éstas otras palabras.

jueves, 2 de diciembre de 2010

¿Querés Ser Famoso?



En un tiempo en que no existían los realitys televisivos, hubo un hombre que buscó la fama en su época: En el año356, en Grecia, Eróstrato le prendió fuego al templo de Artemisa en Efeso (considerado una de las siete maravillas antiguas) simplemente porque quería ser famoso. Para contrarrestar la intención de Eróstrato, Artajerjes prohibió, bajo pena de muerte, mencionar o registrar el nombre del piromaníaco para borrarlo de las generaciones futuras.
De más está decir que Eróstrato consiguió la fama que buscaba.
Desde hace un tiempo somos testigos de muchos Eróstratos que incentivados por un espejismo de popularidad buscan ser famosos y reconocidos. Es cierto que ninguno llegó a prender fuego ningún templo, pero quizás sin saberlo incendian algo mas preciado: a ellos mismos.
Parecería muy difícil querer escapar a una tentación tan misteriosa como el conseguir la fama. De todos los puntos cardinales se nos muestran figuras y figuritas que nos intentan hacer creer que quienes somos anónimos somos, también, inexistentes.
Nos quieren hacer creer que es una obligación que el mundo sepa de nuestra existencia, y para ello no interesa el modo en que nos demos a conocer masivamente: importa ser famoso, no importa famoso en qué.
Da lo mismo ser un lastimoso actor de una reality, un delincuente publicitado, un forista de diario, o  un escritor de notas esporádicas…
Nos quieren llevar a un punto en que si no somos famosos, no somos. Nada.
Es conocida la máxima de Andy Warholl: “todos serán famosos durante quince minutos”; a causa de la impaciencia, muchos adelantan el reloj.

martes, 30 de noviembre de 2010

El Tiro por la Culata



-Querés un cigarrillo…?

-No, gracias. No fumo.

-Ajá. Y por qué viniste a parar acá adentro?. Esta bien, no hablés si no querés. Acá todo se sabe, hermano. Sos “El Verdulero Vengador”. Mataste a un chorro. Sos un héroe. Héroe…, mirá a dónde terminaste con tus poderes de Superman. Mataste a un chorro. Y estás acá en cana. Pero el pibe era chorro. Pero era una persona. Como vos. Como yo. Yo también estoy aca adentro por haber bajado a uno, sabés?. Decí que no me encontré con vos, sino me ganabas de mano… Me das gracia mirándome así. Sí, soy chorro, y qué?. Y vos, un vengador de la buena gente, estamos en el mismo lugar, hermano, enterate. La justicia es injusta?, no, estás equivocado: aunque no sepamos un carajo de leyes, la justicia sí sabe lo que hace. Aunque no nos guste, sabés?. Por qué no te hiciste abogado en vez de verdulero?. Yo soy chorro, y vos no, y estamos acá adentro igual. Vos mataste, yo también. Eso es justicia, perejil. Aunque no nos guste. Los dos nos mandamos la cagada, pero sabés cuál es la diferencia?: yo sabía que estaba mandandome una cagada, pero vos no; con el fierro en la mano, hirviendo de calentura, y disparaste, y mataste al pibe que estaba choreando, y todos te aplauden. A dónde están ahora los que te aplauden?. Rascándose el higo, y vos acá adentro, tomando sombra. Gil. No te das cuenta que no es esa la solución?. Qué te vas a dar cuenta vos…,si te dieras cuenta ni siquiera tendrias un revólver en tu casa. Mejor hubiera sido entregarlo al fierro, desarmarte; encima te daban unos mangos. Hacías negocio. Pero no, la calentura te pudo, hermano, y disparaste sin que te importe nada: sin que te importe el chorro, sin que te importe qué robaba, sin que te importe vos mismo. Y ahora mirate, Superman de cartón: en cana. Lindo héroe sos…No llorés, bueno, sí, llorá, total, la cagada ya te la mandaste. Como te dije: yo sabía que estaba haciéndola mal, no me justifico: podría haber ido a descargar ladrillos en vez de salir a chorear, pero me gustó mas, sabés?, o sea, yo sabía a qué iba. En cambio vos, me parece que víste muchas películas de cauboys. Y ahora estás aca, vaquero, como los indios: en bolas y a los gritos. Quién te crees que te va a ayudar ahora?, los bocones del barrio que salieron a aplaudirte?. Te tocó a vos, pero le podría haber tocado a cualquiera de ellos; cualquiera de esos giles podría estar donde ahora estas vos y yo estaría diciendoles esto que te estoy diciendo. Y te repito, la justicia es justa, aunque no nos guste. Mirá lo que te pasa si no te gusta…
-Me convidás un cigarrillo…?

-Claro, tomá. Ya me lo vas a devolver de alguna forma…; total, tiempo para dejar de fumar es lo que sobra acá adentro.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Discriminación Indiscriminada



¿Estará en nuestros genes argentinos sin decodificar nuestra pertinaz vocación de discriminar?. Cabecita negra. Bolita. Peruca. Paragua. Somos una factoría de discriminación racial. El Diferente es un invasor de nuestros privilegios. El Otro es un vecino no deseado de nuestro páramo.
¿Cuándo y quién nos otorgó el auto privilegio de ser mejor?. Tal vez sea la estupidez la que nos diploma en un máster de ignorancia, y nos lleva diferenciarnos de un modo vergonzoso.
Es un deporte que practicamos a diario: “cada chancho a su chiquero”, pero nuestro chiquero es el mas limpio.

Así como discriminamos a mansalva, ¿ nos pusimos a pensar cómo sería una Argentina sin inmigrantes por un día?:
 Las mezcladoras de cemento estaría paralizadas, y esos edificios que tanto nos “enorgullecen” en Puerto Madero quedarían a mitad de camino del cielo, porque no alcanzarían los argentinos que quisieramos reemplazar a los bolivianos albañiles.
La gran mayoría de las guardias en los hospitales serían un paso previo a la morgue, porque al ser trabajos tan poco pagos, casi sólo los médicos peruanos lo aceptan; y los médicos argentinos preferimos buscar una oportunidad en alguna clínica u obra social, viste?.
Casi estaríamos obligados a andar desnudos, pues los numerosos talleres textiles no tendrían paraguayos sentados en sus máquinas de coser, y nosotros, argentinos, preferimos pasearnos orondamente por los shoppings a enhebrar alguna aguja.
Ni hablar del levantamiento de cosechas, trabajos insalubres y un largo etcétera que por su puesto no tenemos en cuenta cuando exigimos que cada uno de esos invasores se vuelvan a su país.
Argumentamos que vienen a utilizar lo que nos pertenece, sin que dejen nada a cambio. ¿Es tan así como lo aseguramos…?. ¿No seremos nosotros quienes estamos usando lo que históricamente les pertenece a ellos?.
Se podría asegurar que no hay argentino que tenga sus raíces en éste lugar. Todos somos monos bajados de un árbol genealógico transplantado de otras tierras. Seguimos siendo invasores como hace 500 años, y seguimos desplazando a los verdaderos dueños.
Un  indígena como Evo Morales vuelve después de cinco siglos al poder de su país. Acá, ¿votaríamos a un mapuche para presidente?.
Bolivianos, peruanos, paraguayos, llevan en su sangre y sus rasgos la marca de sus ancestros, los verdaderos dueños. Los inmigrantes somos nosotros, nadie nos dio el título de propiedad.
A lo sumo, se lo hemos robado a la historia.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Cara de Chorro



Hubo alguien una vez que tenía un método “infalible” para detectar delincuentes: se llamó Cesar Lombroso. Nació en Verona, en 1835,y llegó a ser un destacado médico legal. El “eficaz” método con el que Lombroso decía poder reconocer a un delincuente, consistía en lo que se conoce como Teoría Lombrosiana; que no es ni más ni menos que  un tipo específico de descripción física: Lombroso sostenía que quién tuviera determinadas características faciales, era delincuente: asimetrías craneales, mandíbulas grandes, ojos saltones, orejas pequeñas, nariz prominente, así como también pertenecer a ciertos grupos sociales, religiosos e inclusive vivir en lugares donde el clima fuera especial, eran motivos suficientes para determinar que una persona era un delincuente.
Algo así como un identikit hecho, incluso, antes de haberse cometido el delito.
Rayano en la discriminación, Lombroso estaba convencido de su “detector de delincueltes”.
Aunque muchos ni siquiera sabíamos de la existencia de Lombroso, todos los días aplicamos su particular teoría para determinar quién es un delincuente; incluso sin haber oído jamás la teoría lombrosiana.

“Qué cara de chorro tiene éste…”, nos escuchamos decir muchas veces, sin siquiera ponernos a razonar lo que estamos diciendo: juzgamos, y después analizamos. Creemos distinguir a un delincuente por aspecto físico, e incluso por aspecto textil: parecería ser que el prototipo del ladrón ha cambiado; desde el arquetipo del ratero vestido todo de negro y antifaz, pasamos ahora a juzgar como chorro a cualquier pibe que lleve un pantalón pescador, una remera de un cuadro de fútbol y zapatillas fosforescentes. Basta que lo distingamos para que crucemos de vereda, porque, de seguro, es un chorro…
En algún momento todos somos extremadamente lombrosianos. Y vamos mas allá, aún:

“Seguro que éste es un garca…”, sentenciamos cuando en el barrio vemos a alguien de saco y corbata; sin ponernos a pensar, siquiera, que ése a quién ya decretamos como garca, tal vez esté vestido así porque así se lo exigen en su trabajo; o mejor, porque se esforzó, y logró un puesto que nosotros no conseguiríamos ni en cuatro vidas. Y así y todo, vive en nuestra cuadra.

Somos geográficamente lombrosianos: Todos los que viven en las villas son chorros, aseguramos con impunidad de jueces; sin pensar, tal vez, que nosotros mismos podemos terminar viviendo en un asentamiento si la inestable economía del país nos empujara un escalón mas abajo. Y no por eso seremos ladrones.
Y solemos ponernos internacionalmente lombrosianos, tildando de lo que no nos gustara que nos dijeran a nosotros a cuanto extranjero limítrofe vemos.
No importa si lo que aseguramos es verdad o no, sólo nos importa decirlo, sentenciarlo, hacer el identikit del delincuente antes de que el delincuente alcance la condición de tal.

Las apariencias engañan, y mucho: quién elaboró una teoría criminal basándose en la fisonomía de la persona, ni siquiera se llamaba como decía llamarse. El verdadero nombre de Cesar Lombroso era Ezequías Marcos César…
El día en que sea una moda el que todos andemos por la calle con un espejo del tamaño de una caja de zapatos, y apuntemos el espejo a la cara del otro, nos encontraremos a las trompadas contra el vidrio.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Periodismo Negligente



Debería existir una forma de castigo por negligencia profesional cuando un periodista hace mal su trabajo. ¿Qué sería hacer mal trabajo para un periodista?: informar mentiras con tono de voz solemne como si fueran verdades. No revelarle al público (sí, público…, porque hoy en día casi no hay diferencia entre un diario y un teatro de revista) que su “opinión” no es personal, sino que él –el periodista- es un mero vocero del dueño del medio en cual pone la cara, la firma, o el alma vendida.
Hacer mal trabajo para un periodista es decirle a la gente qué tiene que pensar; que casualmente es lo mismo que piensa el que le paga el sueldo al periodista. Hacer mal trabajo para un periodista es deshonrar su profesión, no prepararse, no leer, no saber hablar, no ser capaz de distinguir un oxímoron de un ex presidente.
Alguna vez se llamaban a sí mismos el cuarto poder. Han perdido ese poder porque usan sus flacas fuerzas para quedar bien no con la profesión, sino con aquél que le da de comer a su bolsillo. En cierta forma, son como esos tipos de Serrat: juegan con cosas que no tienen repuesto; porque una sociedad no tiene repuesto si una orda de traje y corbata y peinados en Roberto Giordano le mete miedo en la cabeza a la gente sólo para defender los negocios de sus patrones.
Un mal trabajo para un periodista es bajarse los pantalones en cámara y al mismo tiempo hacerle reverencia al jefe de redacción que le dice que el otro jefe, lo está mirando.
Debería existir una forma de castigo por negligencia profesional cuando un periodista hace mal su trabajo. Y esa forma de castigo bien podría tener toques de mitología griega: no creerles absolutamente nada cada vez que muevan los labios.

martes, 23 de noviembre de 2010

Los Medios y La Gente



La sociedad ignora el poder real que tienen los medios de comunicación. Obviamente que las preocupaciones diarias personales muchas veces no dejan tiempo para analizar cosas como éstas; pero paradójicamente, los medios de comunicación tienen mucho que ver para que la gente ignore hasta que punto ellos –la gente- son manipulados ideológicamente por ellos –los medios de comunicación-.
La monopolización de la información es una violación al criterio propio: difícil será tener criterio propio si uno al escuchar la radio, leer el diario o mirar el noticiero de la tele se encuentra con EL MISMO periodista en los tres medios. Multipliquemos esto por la cantidad de periodistas que trabajan para un mismo multimedio, y encontraremos la misma opinión a toda hora en toda vía de información. A eso sumémosle que el multimedios comunicacional le dicta libreto a sus periodistas, les dice que línea de noticias hay que darle a la sociedad y en que tono, y así el final de la cadena es el criterio propio de la gente anulado completamente por la tendenciosa información que se desparrama como el semen de la violación informativa.
El resultado es que la masa termina creyendo, opinando y sosteniendo todo lo que se informa; sin siquiera permitirse –la masa- un preservativo de criterio propio para poder analizar desde dónde le llega la información y con qué intenciones.
Se termina dando por palabra santa absolutamente todo lo que recibimos como información, cuando en la mayoría de las veces esa información es tendenciosa, contaminada y mentirosa.
Ésta manipulación de la opinión pública, llevada a cabo por la poderosa maquinaria de los medios de comunicación va uniformando a la gente detrás de los intereses del monopolio comunicacional alejando la realidad de las cosas y haciendo cómplice ignorante a la masa de los verdaderos intereses de los medios de comunicación; intereses que son, por su puesto, económicos mas que informativos.
Y así, la sociedad se compone de miles –millones- de repetidores de los intereses de los medios de comunicación. No ser termina comentando lo que sucede, sino lo que los medios de comunicación quieren que suceda; lo que los medios de comunicación quieren que la gente repita como autómatas en la cola del pan, en el viaje en taxi, en el bar de la esquina. Y así, ir instalando socialmente la idea y sensación que más les conviene a los comerciantes de la noticia y no a los intereses de la gente en general.
Es tan poderosa la maquinaria de los medios de comunicación que hasta utiliza como títeres a una gran masa de legisladores, que  de ser los representantes del pueblo pasan a ser voceros de los medios de comunicación, teniendo mejor asistencia frente a las cámaras de televisión que a las cámaras del Congreso. Claro, éstos legisladores entienden el juego: la televisión les dará a ellos –los legisladores- una promoción mayor que sus propios proyectos políticos; ya sea porque carecen de todo proyecto político o porque cualquier herramienta les viene bien para no perder una mordida de una porción de la torta, aunque mas no sea.
Y en medio de ésta desverguenza, la gente. Nosotros, bah. Dejándonos llenar la cabeza con lo primero que queremos creer, sin siquiera tomarnos el tiempo para analizar si eso que nos están informando es lo que sucede, o lo que a los medios de comunicación les conviene que suceda.
Y nunca, nunca, los intereses de los medios de comunicación son los mismos que los de la gente.
A las noticias no les interesa la gente. A la gente, parece no importarle.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Muñeco de Torta



Todo lo incontaminado, en boca de Mauricio Macri apesta. Incluido el amor.
Acaba de casarse por tercera vez, y toda la ceremonia tuvo olor a inauguración de campaña. A corte de cinta con marcha nupcial. Todo lo puro, en manos de Mauricio Macri se contamina. Los medios divulgaron el casamiento –el tercero en el haber de Macri- y daba la sensación de estar viendo una película; no por lo emocionante, sino por el ambiente a cartón pintado.
Parecería que se casó más por consejo publicitario de Durán Barba que por amor. Y no sería de extrañar que siguiendo la misma línea, allá por el mes de Marzo o Abril las revistas del corazón hablen de “Rumores de crisis en el matrimonio de Macri – Awada”. Y que si la cosa funciona publicitariamente, se mantenga hasta las elecciones presidenciales. Y que luego del estrepitoso fracaso de Macri –según las encuestas- no pasen dos semanas de haber perdido en las urnas para ver en la tapa de Hola a Juliana con cara de circunstancia confesando “ME SEPARÉ”.
No Es que uno no le quiera desear la felicidad a Macri, pero él se ha encargado de demostrar sistemáticamente que, todo lo incontaminado, en su boca, apesta.
Y un momento tan especial como el casamiento para cualquier pareja que se ame, puesto en el smoking de Macri no sea más que un manotazo de ahogado para caer lo mas bien parado posible ante los ojos del electorado.
Y posiblemente, el haber estando ante el juez de paz haya sido su única ocasión de no haber salido condenado ante un magistrado. O sí. Quien sabe.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Sapos Extraterrestres


Seguramente serán muchos los que conozcan el llamado “Caso Roswell”, ése presunto accidente extraterrestre ocurrido en Roswell, Estados Unidos, en  Julio de 1947. Una supuesta nave alienígena se estrella en el desierto, y el ejército estadounidense captura los restos junto con supuestos tripulantes.
Libros, películas, documentales, aparecieron en cascada desde entonces. Y, claro, los medios de comunicación no se lo iban a perder. Si hasta se pudo ver una eventual autopsia a uno de los malogrados extraterrestres por televisión.
El “Caso Roswell” sea tal vez el ejemplo paradigma de las veces que los medios de comunicación utilizan un tema para hacernos mirar hacia arriba, mientras por debajo suceden las cosas reales.
Casi sin darnos cuenta, día a día los medios nos engolosinan con Roswells de todo tipo, y nosotros degustamos de ésos sapos extraterrestres y actuamos como si no sucediera otra cosa más que eso.

Los Roswells que solemos devorar servidos por los medios pueden ir desde las declaraciones de Susana Giménez sobre la pena de muerte, hasta una sospechosa seguidilla de choques producidos por colectivos.
¿No se han fijado ustedes que, a veces hay épocas en que de pronto se “descubre” que varias líneas de colectivos no cuentan con sus unidades en perfecto estado, y son protagonístas de accidentes todos los días?. O por ejemplo, de pronto, de la nada, explota un big bang de hechos delictivos que tienen a ancianos jubilados como víctimas de robos. Y también nos venden Roswells más frívolos: el cambio de pareja constante de la vedette de turno, de cambios tan constantes como de guantes un cirujano.
Y no es que éstas cosas no sucedan casi todos los días; lo absurdo es la mecánica con que los medios de comunicación suelen bombardearnos con ellos: sucede por oleadas, como una marea repetitiva.
Cuando el Roswell de turno ocupa los medios, pareciera que no sucede otra cosa; y permanecemos el tiempo así, embobados con el alien del momento, mientras a nuestras espaldas – o lo que es peor, bajo nuestras narices- suceden las verdaderas cosas que nos involucran como sociedad, pero nadie les presta atención porque el batracio espacial se nos presenta hasta en el horóscopo del chicle Bazooka.

No es nueva la táctica de mantener a la sociedad distraída con algún tema mientras la realidad pasa por otro lado.
Volvamos al cielo: en la década del 70 florecían ovnis y extraterrestres por todos lados, mientras en la tierra dejaban de verse personas.
No pocas veces los medios presentan como cuestión de estado si tal jugador o tal otro merece la número 10 en la selección, mientras los maestros gritan a cuatro voces que con un plan educativo así no hay futuro de país; y el tema ocupa menos espacio que el servicio meteorológico en los noticiarios.
Inocentemente (o no tanto) nos dejamos invitar a un banquete de sapos extraterrestres que consumimos con terrible gula.
Será hora de que comencemos la dieta de la razón, y tiremos a la basura las noticias chatarras que por dos pesos más nos agrandan el combo con papas fritas.